Suelta

Salmo 37, 5. “Pon tu vida en las manos del Señor;
confía en él, y él vendrá en tu ayuda”.

Suelta ya las tensiones y el espíritu de competencia
que te asfixia. No pelees más con los problemas y con
aquello que no puedes cambiar.

Suelta las preocupaciones en las manos del Señor y
atrévete a confiar.

Suelta ya el enojo y el disgusto que no te dejan saborear
la vida, ni disfrutar del sol, del día, del paisaje y de
quienes Dios pone en tu camino.

Suelta tanta vanidad que se convierte en un duro peso
que arrastrar y hace que te compliques la vida y se la
compliques a otros.
Deja a un lado la ambición desmedida y haz lo que
tengas que hacer con humildad y sencillez de corazón,
pues Dios sabe pagar con generosidad a los que
le buscan con un corazón sencillo y humilde.

Piensa que todo en la vida es pasajero y no te desgastes
tanto con preocupaciones y pensamientos sin
sentido.

Descansa en Dios y confía en su misericordia, pues
Él tiene un plan perfecto de salvación para la vida de
cada uno, sin que nadie se salga de su alcance.
No pelees más con lo que no puedes cambiar en tu
vida, sino más bien acepta con paciencia a que Dios te
envíe la victoria.

No pierdas tu paz con pequeñeces ni acoses a quienes
no quieren cambiar, haz lo que a ti te toca hacer y confía
en que Dios está trabajando a tu favor.

Mateo 9, 36. “Al ver a la gente, sintió compasión de ellos,
porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no
tienen pastor”.
Mateo 11, 28. “Vengan a mí todos ustedes
que están cansados de sus trabajos y cargas,
y yo los haré descansar”.

Dios, Padre de amor:
A tus benditos pies venimos cada día en busca de tu
amor y tu bondad; en busca del agua que sacia nuestra
sed. Hoy te entregamos, una vez más, nuestras cargas
y preocupaciones, y te pedimos, en el nombre de
Jesús, que le devuelvas el orden divino a todo cuanto
está en confusión en nuestro interior. Te pedimos que
con la luz de tu Santo Espíritu, nos ayudes a confiar, a
descansar en ti y a ordenar todos nuestros asuntos y
prioridades.
Amén.

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Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry

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