Saca tu tesoro cada día

Isaías 29, 24. “Los que estaban confundidos aprenderán a ser sabios, y los murmuradores aceptarán las enseñanzas”.  Cada situación y cada día de nuestra vida, trae su propia enseñanza. El dolor, la alegría, el trabajo, las personas, los accidentes, el desamor, la amistad, el pecado, la academia, los niños, los animales, la creación, y más. Si tenemos una mirada realista y optimista, descubriremos que todo contribuye a nuestra edificación. El dolor, por ejemplo, nos enseña a ser fuertes, a la vez pacientes, humildes y compasivos; fortalece nuestra fe y nos hace grandes; pero lastimosamente algunos no logran sacar ese tesoro de la enseñanza en medio de él; son como piedras que por años baña el agua, pero que por dentro están perfectamente secas. Romanos 5, 3-5. “Y no solo esto, sino que también nos alegramos en el sufrimiento; porque sabemos que él y esta firmeza nos permite salir aprobados, y el salir aprobados nos llena de esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado”. Del pecado, por otra parte, sacamos el gran tesoro de la misericordia de Dios, el convencimiento del fruto del camino del bien, el valor de la luz y el poder que tiene el perdón. Nos enseña que somos frágiles y que dependemos del auxilio divino; pero también cuando hemos caído, nos ayuda a comprender a los demás en sus debilidades. 1Timoteo 1, 12-14. “Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio, a pesar de que yo antes decía cosas ofensivas contra él, lo perseguía y lo insultaba. Pero Dios tuvo misericordia de mí, porque yo todavía no era creyente y no sabía lo que hacía. Y nuestro Señor derramó abundantemente su gracia sobre mí, y me dio la fe y el amor que podemos tener gracias a Cristo Jesús”. Nada sucede en tu vida porque sí. Todo trae su enseñanza,su valor, su sentido, pero solo se aprovecha si estás atento a la enseñanza de Dios cada día. Así que comienza a decirle: ¿Qué me vas a enseñar hoy Señor?, y prepárate con valor y firmeza para aprender algo nuevo cada día para que crezcas en gracia y conocimiento hasta llegar a alcanzar la estatura de Cristo. Dios, Padre de amor: Te damos infinitas gracias por preocuparte cada día por llevarnos al pleno conocimiento de la verdad. Te pedimos, en el nombre de Jesús, que nos ayudes a estar atentos a tus enseñanzas para que así saquemos el mayor provecho a cada cosa que permites en nuestra vida, incluido el sufrimiento y el pecado. Amén.

 

Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry


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