Revelación 11 a Santa Brígida. Ante la tentación del enemigo

Hija mía, si te halagare tu enemigo con los deleites de los
bienes temporales, respóndele: Enemigo de todo bien, tú
nada has creado, y así nada puedes dar, y aunque pudieras,
muy pronto toda tu obra había de perecer y concluir. Si
te halagare con los placeres del mundo, dile: La amistad 
del mundo acaba con un ¡ay! eterno. Si te halagare con los
placeres de la carne, respóndele: No los quiero, porque al
concluir son un veneno, y terminan con eternos dolores.


Y en aquel momento aparecióse el demonio, al cual dijo la
bienaventurada Virgen: Di para que ésta lo oiga; ¿dónde
está lo que has creado? Yo no he creado nada, respondió
el demonio, porque fuí criatura buena, y por mí mismo me
hice malo. Y volvió a decirle la Virgen: ¿Acaso tu amistad
tuvo alguna vez término feliz y con gozo? Y respondió el
demonio: Nunca sucedió tal cosa, y nunca acontecerá. Y
por tercera vez, le dijo la Virgen: Responde y di: ¿tuvo,
por ventura, en alguna ocasión buen fin tu placer? Jamás
tuvo buen fin, dijo el demonio, ni jamás lo tendrá, porque
comienza en el mal y camina al mal.


Tú, pues, ¡oh Virgen!, dame poder sobre ésta. Y por qué no
la tienes bajo tu poder?, dijo la Virgen. No puedo, respondió
el demonio, porque no me es posible separar ni dividir dos
sangres mezcladas en un mismo vaso; porque la sangre
del amor de Dios, está mezclada con la sangre del amor
de su corazón. Y volvió a preguntarle la bienaventurada
Virgen: Porqué no la dejas que esté tranquila. Eso jamás lo
haré, respondió el demonio, porque si no pudiere matarla
con el pecado mortal, al menos me esforzaré para tentarla
con el pecado venial; y si ni aun esto pudiere lograr, entonces
en la fimbria de su vestido echaré mis espinas, y
para quitárselas se molestará mucho, esto es, infundiré
en su mente diversos pensamientos, que la incomodarán
sobremanera. Yo quiero ayudarla, dijo entonces la Virgen,
y así, siempre que deseche ella esos pensamientos y te los
arroje a tu frente, otras tantas veces se le perdonarán sus
pecados, y se aumentará su premio y corona.

Revelación 11 hecha a Santa Brígida de Suecia. Tomada del libro Las revelaciones celestiales de Santa Brígida

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