Que me juzgue Dios

2 Samuel 24,14 Y David contestó a Gad:
—Estoy en un grave aprieto. Ahora bien, es preferible
que caigamos en manos del Señor, pues su bondad es
muy grande, y no en manos de los hombres.

¿Quién de nosotros, por espiritual que sea o parezca
ser bien intencionado, no comete pecados y se
equivoca?

Pues bien, es preferible pedir la justicia divina y no
la justicia de los hombres, porque la corrección y el
juicio de Dios son mucho más misericordiosos y constructivos
que la corrección y el juicio de los hombres.
No estoy diciendo que no hay que someterse a las
autoridades humanas, sino que en la espiritualidad
y en la oración, es mejor clamar a Dios la corrección
divina que la corrección humana. Estar dispuestos a
ser corregidos por Dios es un acto de humildad y sabiduría
que nos hace crecer.

Hebreos 12,10 Nuestros padres aquí en la tierra nos
corregían durante esta corta vida, según lo que les
parecía más conveniente; pero Dios nos corrige
para nuestro verdadero provecho,
para hacernos santos como él.

11 Ciertamente, ningún castigo es agradable en el
momento de recibirlo, sino que duele; pero si uno
aprende la lección, el resultado es
una vida de paz y rectitud.

12 Así pues, renueven las fuerzas de sus manos cansadas
y de sus rodillas debilitadas,

13 y busquen el camino derecho, para que sane el pie
que está cojo y no se tuerza más.

Dios Padre de amor: Tú conoces nuestra vida y sabes
cuándo nos hemos equivocado y cuando necesitamos
corrección. Por eso te pedimos en el nombre de Jesús,
que no nos expongas a la corrección humana, sino
más bien corrígenos Tú, con tu amor y tu misericordia
para que no desviemos nuestro camino y alcancemos
la eterna felicidad.
Amén.

Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión III por Juan Alberto Echeverry

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