Que llueva entendimiento

Lucas 9, 43-45. “Y todos se quedaron admirados de la
grandeza de Dios. Mientras todos se maravillaban de lo
que Jesús hacía, él dijo a sus discípulos: Oigan bien esto
y no lo olviden: el Hijo del hombre va a ser entregado
en manos de los hombres. Pero ellos no entendían lo
que les decía, pues todavía no se les había abierto el
entendimiento para comprenderlo; además tenían miedo
de pedirle a Jesús que se lo explicara”.

Con frecuencia, muchos vamos por la vida sin entendimiento,
sin comprender el plan de Dios para nosotros
y lo que Él quiere que hagamos. Nos falta tiempo para
detenernos a meditar en profundidad en sus misterios
y en su palabra, nos falta cultivar la vida interior
para adquirir verdadero entendimiento. Otras veces
preferimos no indagar, porque sentimos miedo de
comprometernos en la fe, porque nos encontramos
en una zona de comodidad –que nos aterra desacomodar–
para hacer la voluntad de Dios y preferimos
hacernos los que no entendemos.

2Corintios 4, 4. “Pues como ellos no creen, el dios de
este mundo los ha hecho ciegos de entendimiento para
que no vean la brillante luz del evangelio del Cristo
glorioso, imagen viva de Dios”.

Qué gran regalo recibe quien anhela el entendimiento.
Su mente, su cuerpo y su corazón se unen en
uno solo para honrar, crecer y glorificar las obras de
Dios, adquiriendo sensatez y gozo interior; teniendo
la capacidad de discernir los tiempos y los acontecimientos.
A quien se le ha abierto el entendimiento,
goza de una gracia especial y descubre en su vida que
cada acto redunda para su propio bien, aun lo que
aparentemente es malo. Pero quien no se abre a ese
regalo, aunque lleve por un tiempo una vida cómoda
y de placer, no goza de la claridad que viene de Dios.

Efesios 4, 17-18. “Esto, pues, es lo que les digo
y les encargo en el nombre del Señor: que ya no vivan
más como los paganos, los cuales viven de acuerdo con
sus equivocados criterios y tienen oscurecido
el entendimiento. Ellos no gozan de la vida
que viene de Dios, porque son ignorantes
a causa de lo insensible de su corazón”.

Pero tú y yo hemos recibido la gracia de Dios para
tener entendimiento en su Palabra y su amor; para
que comencemos decididamente a buscarle con todo
el corazón y con todos nuestros actos, a fin de que se
cumpla en nosotros su perfecta voluntad.

Efesios 1, 7. “En Cristo, gracias a la sangre que derramó,
tenemos la liberación y el perdón de los pecados.
Pues Dios ha hecho desbordar sobre nosotros las
riquezas de su generosidad, dándonos toda sabiduría y
entendimiento”.

Dios, Padre de amor:
Infinitas gracias te damos por el regalo de tu amor,
por el don del entendimiento que a diario derramas
sobre tus hijos para llevarlos al gozo eterno de tu
presencia y hacerles más llevadera esta vida que a
diario nos impone obstáculos y persecución. Te consagramos,
en el nombre de Jesús, todo nuestro ser
para que lo colmes de tu Santa Presencia y nos des
el entendimiento necesario para glorificar a cada instante
tu Santo Nombre.
Amén.

Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry


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