Oración en medio de la angustia

Aquí estoy una vez más en tu presencia Amado
Padre Celestial, con sentimientos de angustia
y pánico que no me dejan estar en paz y con una
fe fuerte. Vengo a postrar mi vida y mi debilidad
delante de Ti para que Tú me hagas fuerte, firme
y sereno. Te pido que apartes de mi cabeza todo
pensamiento de miedo, pánico o angustia y que
sienta como Jesús en la oración del huerto de Getsemaní,
el auxilio divino que le hizo enfrentar la
más terrible dificultad. Padre Santo no entiendo el
porqué del sufrimiento humano, pero confío en tu
infinita misericordia, en que me haz de conceder
tu gracia y tu auxilio. Clamo tu paz, que sobre pasa
todo entendimiento y que me lleva a alturas donde
me siento a salvo. Te clamo desde lo profundo de
mi corazón por esta necesidad para que acortes
el tiempo de la tribulación y me des la templanza
necesaria para salir de este estado. Padre Santo,
en el Nombre de Jesús, clamo tu paz y tu auxilio
y en su nombre reprendo todo pensamiento de
angustia, miedo y agonía y así como dice tu Santa
Palabra, someto a los pies de Cristo todo pensamiento,
para que le obedezca a Él. Te pido perdón
por todos mis pecados y clamo tu misericordia.
Recibo tu paz en este momento y me declaro
libre de toda acechanza del maligno. Pongo en las
manos de Jesús toda dificultad y reconozco que
Jesús tiene el poder para dominar y someter todo
acto, toda arma y toda flecha encendida del maligno,
que quiera ser utilizada contra mi integridad
y la de mi familia y repito con el Salmo Veintitrés:
El Señor es mi pastor; nada me falta.
En verdes praderas me hace descansar, a las
aguas tranquilas me conduce, me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos, haciendo honor a
su nombre.
Aunque pase por el más oscuro de los valles,
no temeré peligro alguno, porque Tú, Señor,
estás conmigo; Tu vara y Tu bastón me inspiran
confianza.
Me has preparado un banquete ante los ojos de
mis enemigos; has vertido perfume en mi cabeza,
y has llenado mi copa a rebosar.
Tu bondad y Tu amor me acompañan a lo largo
de mis días, y en Tu casa, oh Señor, por siempre
viviré.


Amén.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre.

Oración tomada del libro Una oración para cada ocasión por Juan Alberto Echeverry


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