No se necesita inteligencia

1Corintios 2, 1. “Pero hermanos, cuando yo fui a hablarles del designio secreto de Dios, lo hice sin hacer alardes de retórica o de sabiduría. Y, estando entre ustedes, no quise saber de otra cosa sino de Jesucristo y, más estrictamente, de Jesucristo crucificado. Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo, y cuando les hablé y les prediqué el mensaje, no usé palabras sabias para convencerlos. Al contrario, los convencí haciendo demostración del Espíritu y del poder de Dios, para que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres”. Efectivamente, para acercarse a Dios no es necesaria la sabiduría humana, ni la inteligencia sino la humildad y la fe. Quienes queramos conocer a Dios, deberíamos despojarnos del solo cálculo inteligente de la razón y más bien, con un corazón humilde, abrirnos a la presencia sencilla pero a la vez grande, sabia e infinita de Dios. No se necesitan grandes discursos, ni profundos tratados de teología para recibir el don de Dios por medio de su Santo Espíritu, que todo lo transforma y a todos quiere regalar sus gracias y bendiciones. 1Corintios 3, 18-20. “Que nadie se engañe: si alguno de ustedes se cree sabio según la sabiduría de este mundo, vuélvase como un ignorante para así llegar a ser verdaderamente sabio. Pues la sabiduría de este mundo es pura tontería para Dios. En efecto, la Escritura dice: “Dios atrapa a los sabios en la propia astucia de ellos.” Y dice también: “El Señor sabe que los pensamientos de los sabios son tonterías.” Hebreos 11,6. “Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que lo buscan”. Dios, Padre de amor: En tus benditas manos está nuestra vida. Te pedimos, en el nombre de Jesús, que nos regales el don del Espíritu Santo para conocer tus designios secretos y gozarnos humildemente en tu presencia. Te pedimos que nos perdones por nuestra arrogancia y soberbia, creyendo que es por nuestra astucia o inteligencia que podemos conocerte y vivir. Regálanos un corazón dispuesto y lleno de fe para Ti. Amén.

Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry


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