Nada es coincidencia

Job 33, 14. “Dios habla de muchas maneras,
pero no nos damos cuenta. A veces lo hace
en las noches, en un sueño o una visión, cuando los
hombres ya duermen, cuando el sueño los domina”.

No es coincidencia lo que acontece a tu alrededor.
¿Quién ha dicho que Dios no nos habla? Efectivamente,
Dios si habla al hombre de muchas maneras,
por ello debemos estar atentos a su voz o a su manera
de hablar. Nos habla para advertirnos, educarnos, consolarnos,
animarnos, fortalecernos, sorprendernos,
alegrarnos y hasta para reprendernos y advertirnos
del fracaso y las consecuencias del mal camino. Por ello es
preciso decir: Habla Señor, que tu siervo escucha.

1Samuel 3, 9ª. “Dijo a este: —Ve a acostarte; y si el Señor
te llama, respóndele: ‘Habla, que tu siervo escucha’”.

Dios habla principalmente a través de la Palabra; habla
a lo íntimo del corazón, por medio de los acontecimientos
de la vida; habla a través de un amigo, de un
hermano, de nuestros padres, de un consejero; a través
de la naturaleza, incluso, a través de una dificultad
o de una enfermedad; por medio de las experiencias
de otros y hasta en una predicación. Pero somos como
sordos o tontos que no queremos escuchar o no nos
damos cuenta que es Dios quien nos está hablando.

Salmo 95, 7-9. “Porque él es nuestro Dios, y nosotros su
pueblo; somos ovejas de sus prados; escuchen hoy lo que
él les dice ‘No endurezcan su corazón como en Meribá;
como aquel día de Masah, en el desierto, cuando me
pusieron a prueba sus antepasados, aunque habían visto
mis obras”.

Levántate hoy atento a la voz de Dios que quiere dirigir
tu vida y tus pasos; descúbrela en medio de tu vida,
de tu trabajo, de tu oración, pues Él quiere guiarte y
darte lo mejor para que seas verdaderamente feliz en
esta vida.

Salmo 78, 1. "Pueblo mío, atiende a mi enseñanza;
¡inclínate a escuchar lo que te digo!”.

Dios, Padre de amor:
En tus benditas manos está nuestra vida. Te pedimos,
en el nombre de Jesús, que no pares de hablarnos y
que destapes nuestros oídos físicos y espirituales para
escuchar tu voz y hacer en todo tu voluntad. Te pedimos
que nos aclares el camino para acertar en cada
paso que damos. No permitas que nuestro corazón
se endurezca y ayúdanos a no hablar tanto, como sí a
escuchar tu voz.

Amén.

Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry


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