La paciencia del hombre

Salmos 37, 7. “Guarda silencio ante el Señor; espera con
paciencia a que él te ayude. No te irrites por el que triunfa
en la vida, por el que hace planes malvados”.

Santiago 5, 7. “Pero ustedes, hermanos, tengan
paciencia hasta que el Señor venga. El campesino que
espera recoger la preciosa cosecha, tiene que aguardar
con paciencia las temporadas de lluvia”.

Aunque durante mucho tiempo erraste el camino y
ahora estás tratando de hacer las cosas bien, debes
tener paciencia a que esa semilla de fe y obras buenas
que estás sembrando, dé su resultado. Sí no percibes
la bendición, ten paciencia; en el momento oportuno
llegará tu recompensa… dedícate a hacer el bien y a
sembrar la bendición donde quiera que vayas y, cuando
menos lo esperes, recogerás la cosecha esperada.

Eclesiástico 2, 3. “Aférrate al Señor, y no te apartes de
él; así, al final tendrás prosperidad. Acepta todo lo que
te venga, y sé paciente si la vida te trae sufrimientos.
Porque el valor del oro se prueba en el fuego, y el valor
de los hombres en el horno del sufrimiento”.
También debes ser paciente con el que se equivoca,
con el tráfico, con quien no te responde con la velocidad
que quisieras, con tus padres que ya no son tan
hábiles como cuando eran jóvenes, con tu hijos que
están aprendiendo, con tu jefe, con todos. Sé paciente
con todo lo que la vida te impone para pulir tu fe y tu
madurez. Sé paciente en la enfermedad, en el dolor y
en la pobreza; confía en que siempre habrá un mejor
mañana para todo cuanto vives. No ganas nada con
gritar, agredir o maldecir; lo único que haces, es lograr
que las cosas se compliquen más, que tu salud se
afecte y que la vida se vaya en amarguras.

Dios, Padre de amor:
En tus benditas manos está nuestro proceder. Te pedimos
perdón por las veces que en medio de nuestra
impaciencia hemos atropellado personas o hemos
renegado. Te pedimos, en el nombre de Jesús, que
nos regales el don de la paciencia para vivir la vida con
paz, esperanza y alegría, sabiendo que detrás de cada
circunstancia, tú tienes un plan maravilloso de salvación
para cada uno de nosotros.
Amén.

Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry

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