De la muerte a la vida

Salmos 90, 10. “Setenta son los años que vivimos; los
más fuertes llegan hasta ochenta; pero el orgullo de vivir
tanto solo trae molestias y trabajo. ¡Los años pronto
pasan, lo mismo que nosotros!”.
Salmos 90, 12. “Enséñanos a contar bien nuestros días
para que nuestra mente alcance sabiduría”.
Eclesiastés 12, 7. “Después de eso el polvo volverá
a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios,
que es quien lo dio”.

No hay realidad más precisa que la muerte para cada
uno de los seres humanos. Desde que se nace, ya se
trae anclado el certificado de defunción. Esta realidad
inevitable debería hacernos reflexionar sobre la verdadera
vida; debería hacernos tomar conciencia de
la eternidad y de cada acto y palabra que hacemos y
decimos en nuestra vida; debería hacernos vivir con
sabiduría.

Ante la sentencia cercana de muerte, los seres humanos
temblamos, reflexionamos; quisiéramos borrar el
pasado, arreglar todos nuestros asuntos, tener otra
oportunidad; ablandamos nuestro corazón, nos arrepentimos
de todo lo malo… pero, ¿Qué pasa con los
que no meditan en su propia muerte?, ¿Qué pasa con
los que viven como si no fueran a morir, dañando a
todos los que los rodean y dañándose a sí mismos?,
¿Qué pasa con los que viven en oscuridad y mueren
sin darse cuenta?

Lucas 16, 22. “Un día el pobre murió
y los ángeles lo llevaron a sentarse a comer al lado de
Abraham. El rico también murió y fue enterrado”.

1Samuel 2, 9. “Él cuida los pasos de sus fieles,
pero los malvados mueren en la oscuridad,
porque nadie triunfa por la fuerza”.

¿Por qué endurecer el corazón en esta vida? ¿Por
qué no transformarnos a partir de la realidad de la
muerte y comenzar a vivir en armonía con Dios, con
el prójimo, con la naturaleza y con nosotros mismos?
¿Por qué insistir en vivir solo en el placer, la ambición
y el egoísmo?

Medita en la realidad de la muerte y comienza a vivir
con sabiduría tu vida. Llénate de la presencia del Espíritu
Santo para que cada día conquistes la eternidad a
partir de la realidad de la muerte. Déjate amar y transformar
por Dios.

Juan 10, 10. “El ladrón viene solamente para robar,
matar y destruir; pero yo he venido para que tengan
vida y para que la tengan en abundancia”.

Dios, Padre de amor:
Una vez más ponemos nuestra vida en tus benditas
manos. Te pedimos, en el nombre de Jesús, la gracia
de despertar nuestra conciencia para vivir con sabiduría.
Te damos gracias por todas las oportunidades de
conversión que derramas sobre cada uno de nosotros
y te pedimos perdón por todas las veces que hemos
sido necios en el camino de la vida, sin mirar la realidad
de la muerte.
Amén.

Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry

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