¿Cuánta sabiduría?
por La Tinaja Editorial1 Corintios 3, 18-20. “Que nadie se engañe: si alguno de
ustedes se cree sabio según la sabiduría de este mundo,
vuélvase como un ignorante, para así llegar a ser
verdaderamente sabio. Pues la sabiduría de este mundo
es pura tontería para Dios. En efecto, la Escritura dice:
‘Dios atrapa a los sabios en la propia astucia de ellos.’
Y dice también: ‘El Señor sabe que los pensamientos de
los sabios son tonterías’”.
Benditos el conocimiento y la sabiduría, pero siempre
puestos en la presencia de Dios, pues cuando nos llenamos
de vanidad intelectual y la arrogancia producto
del saber, entonces seremos como una fruta madura,
apetitosa y jugosa, pero llena de gusanos por dentro;
no sirve para nada y hay que tirarla.
La verdadera sabiduría debe ser puesta al servicio
del amor; debe enriquecer nuestras relaciones
interpersonales y dejar huella positiva en quienes
se nos acercan en busca de una palabra que alimente
sus vidas.
Santiago 3, 13. “Si entre ustedes hay alguno sabio y
entendido, que lo demuestre con su buena conducta,
con la humildad que su sabiduría le da”.
Es difícil no caer en la tentación de la soberbia
que proviene de un corazón alejado de Dios, pero
que se ha llenado de conocimiento y sabiduría
humana. La sabiduría que Dios quiere en cada uno
de nosotros, proviene de conocerle a Él, amarle y
compartirle sin limitación; debe contener el silencio
oportuno, la palabra oportuna y la práctica de
la misericordia desde el conocimiento.
Proverbios 14, 8. “La sabiduría hace al sabio entender su
conducta, pero al necio lo engaña su propia necedad”.
Dios, Padre de amor: Colocamos delante de tu
presencia nuestra vida. Clamamos, en el nombre
de Jesús, que nos regales el don de la sabiduría,
unido a la humildad. Te pedimos que alejes de
nosotros la soberbia y la pedantería, que hiere
los corazones de quienes se nos acercan cada día.
Te pedimos la luz de tu santo espíritu para afinar
nuestra vida conforme a tu santa voluntad.
Amén.
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Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión III por Juan Alberto Echeverry
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