Cuando te sientas desmotivado

2Corintios 11, 23-30. “¿Son siervos de Cristo? Yo lo soy
más que ellos, aunque al decir esto hablo como un loco.
Yo he trabajado más que ellos, me han encarcelado
más veces que a ellos, he sido azotado más que ellos
y muchas veces he estado en peligro de muerte. En
cinco ocasiones los judíos me castigaron con los treinta
y nueve azotes. Tres veces me apalearon y una me
apedreó. En tres ocasiones se hundió el barco en que
yo viajaba y, a punto de ahogarme, pasé una noche y
un día en alta mar. He viajado mucho y me he visto en
peligros de ríos, en peligros de ladrones y en peligros
entre mis paisanos y entre los extranjeros. También
me he visto en peligros en la ciudad, en el campo y en
el mar, y en peligros entre falsos hermanos. He pasado
trabajos y dificultades; muchas veces me he quedado
sin dormir; he sufrido hambre y sed; muchas veces no
he comido; he sufrido por el frío y por la falta de ropa.
Además de estas y otras cosas, cada día pesa sobre mí la
preocupación por todas las iglesias. Si alguien enferma,
también yo enfermo; y si hacen caer a alguno, yo me
indigno. Si de algo hay que gloriarse, me gloriaré de las
cosas que demuestran mi debilidad”.

Sorprende la fortaleza y motivación de Pablo para
seguir adelante en la vida, a pesar de todos los sufrimientos
y decepciones. Nosotros, en medio de nuestra
fragilidad, nos sentimos con frecuencia desmotivados
y queremos renunciar porque enfrentamos el desamor
o alguien nos falló o, sencillamente, porque las
cosas no se dieron como queríamos o porque quizá
la pobreza o el fracaso en una empresa nos visita o,
simplemente, porque alguien nos traicionó.

Realmente, cuando nuestra esperanza no está puesta
en Dios, sino en los hombres, en los triunfos pasajeros
de la vida, en las vanidades de este mundo o en
las cosas materiales, nos desmotivamos fácilmente.
Nuestra verdadera motivación no debería ser nada de
esto; solo Cristo y la eternidad, eso debería bastarnos
para levantarnos cada día y sobreponernos a toda dificultad.
Él es quien nos anima y consuela para seguir
viviendo y amando cada día, aunque todo el mundo
nos falle:

Romanos 8, 35-39. “¿Quién nos podrá separar del
amor de Cristo? ¿El sufrimiento o las dificultades o la
persecución o el hambre o la falta de ropa o el peligro o
la muerte violenta? Estoy convencido de que nada podrá
separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni
los ángeles, ni los poderes o fuerzas espirituales; ni lo
presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo,
ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada
podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en
Cristo Jesús nuestro Señor!”.

Dios, Padre de amor:
Delante de Ti está nuestra vida y la desnudez de nuestro
corazón. Tú conoces todo en nosotros. Por ello te
pedimos, en el nombre de Jesús, que nos regales la
gracia de encontrar en la motivación para vivir cada
día, a Cristo. Para así amar, perdonar y levantarnos de
todas las caídas, traiciones, enfermedades, peligros y
problemas que la vida nos presenta. Te consagramos
nuestra vida y nuestro corazón para ser tuyos por
toda la eternidad y vivir constantemente motivados
y en victoria.
Amén.

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Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry

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