Convicción y valentía
por La Tinaja EditorialNecesitamos convicción y valentía para vivir cada día
adheridos a la fe. Orando, trabajando y confiando; sin
importar lo que esté sucediendo a nuestro alrededor,
siempre con una mirada futurista y optimista:
Eclesiástico 2, 12-13. “Pero, ¡ay de los corazones cobardes
y las manos perezosas! ¡Ay de los pecadores que llevan
una vida doble! ¡Ay de los corazones débiles, que no
tienen confianza! ¡Dios no los protegerá!”.
Enfrentar la vida exige fe y valentía, exige confianza
en el Creador y también confianza en lo que Dios
mismo ha depositado en cada uno de nosotros. Creer
que verdaderamente hemos sido hechos para crecer
y superar con valentía y dignidad los obstáculos que
la vida nos impone, sin dudar nada y sin dejar que el
orgullo y la soberbia nos arrinconen y nos hagan fracasar.
Hay que tener convicción y valentía para saber
que Dios si puede obrar en nosotros y a través de
nosotros, teniendo la certeza, que todo lo que hagamos
en el nombre de Jesús y con recta intención, va a
dar su fruto en el momento adecuado.
1Corintios 15, 58. “Por lo tanto, mis queridos hermanos,
sigan firmes y constantes, trabajando siempre más y más
en la obra del Señor; porque ustedes saben que no es en
vano el trabajo que hacen en unión con el Señor”.
Pero hay que tener fe sin vacilar y sin tener miedo,
demostrando que en verdad creemos que Dios existe
y obra en plenitud en nuestra vida a pesar de toda
adversidad.
Santiago 1, 6. “Pero tiene que pedir con fe, sin dudar
nada; porque el que duda es como una ola del mar, que
el viento lleva de un lado a otro. Quien es así, no crea que
va a recibir nada del Señor, porque hoy piensa una cosa y
mañana otra, y no es constante en su conducta”.
Dios, Padre de amor:
Yo creo, pero ayúdame a creer más; ayúdame a orar
con serenidad, a trabajar con confianza, a esperar
con alegría y, sobre todo, a vivir la fe con convicción y
valentía. Te pido, en el nombre de Jesús, que me ayudes
a levantarme siempre apoyado de tu mano.
Amén.
Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión II por Juan Alberto Echeverry